sábado, 28 de marzo de 2009

La Pastilla Magica

Son las 8 de la mañana, aun no he podido pestañear por accidente y descansar con la mayor intención de mundo, la sombra de mi acechante no me deja en paz, la prueba “viva” de que he perdido cada ápice de cordura y de que ahora solo me espera lo peor.
Me levanto tratando de ignorar la sombra que amablemente me saluda y me muestra un pequeño reloj de bolsillo que en su interior no lleva manecillas ni números, lleva un pequeño reloj de arena que se le está acabando el tiempo con el nombre de “Hans”, eso hiela mi sangre y me paraliza por un momento, pero continuo aun así tratando de ignorarlo. Me doy una ducha que me aliviana un poco, la lluvia artificial sobre mi rostro y espalda me da la oportunidad de limpiar mi mente así como la espuma limpia mis brazos y cuerpo, me da la excusa perfecta de que el escalofrió que tengo es producto del agua fría que recorre mi ser, me hace pensar de que las “pastillas mágicas” que estoy en este momento ingiriendo me van a hacer bien y curaran mi mente y las visiones, mientras mis piernas son derrotadas por el cansancio y la desesperación preguntándome si el agua que toca mi rostro camuflajea mi llanto o solo estoy jadeando.
Me pongo las mejores prendas que encontré en mi armario y aunque no parece lo mejor que debería tener, es lo que más me gusta, un pantalón de mezclilla grueso, una playera blanca y una chamarra de cuero, un paliacate en la cabeza y una gafas de sol.
Salgo de caza y miro al sol y vuelvo a tomar otra “pastilla mágica” que me reconforta de nuevo mientras escucho el susurro de “todo va a estar bien”, no volteo solo cierro los ojos con una mueca de felicidad pensando que fue un efecto de las pastillas y de que no fue aquella sombra. Subo a mi motocicleta, una obra de arte de la ingeniería de mi época, una Kymco ZING II 125, me pongo el casco que reposa en el asiento trasero y me subo en el, prendo los motores y siento como me da vida al pisar el acelerador y girar la perilla, me siento vivo y ya no me importa lo que vaya a pasar, ahora me siento bien.
Voy por la carretera pensando en lo que me va a pasar, pienso en la sombra que me sonrió esta mañana mostrando un reloj con mi nombre, empieza a llover, no previne la lluvia pero seguramente fue porque llevaba puesto el casco, piso con más fuerza el acelerador, he decidido llegar lo más lejos que me permita la gasolina, me tomo otra pastilla, empieza a temblarme los brazos y piernas, solo estoy nervioso, reviso mi rasión de “medicamentos” dos mas y estaré acabado.
La gasolina se acabo a las orillas de un bosque a la mitad de la nada donde pocos carros y tráileres transitan la zona, aun sigue lloviendo y me recuesto en una piedra mohosa con los brazos cruzados, froto mis manos aunque no tenga frio y reviso las pastillas, las miro fijamente como un pequeño tesoro que añoro probar y que se que me va a aliviar, deduzco que si tomo las dos ahora el efecto se duplicaría, apretó la mano en donde las tenia y miro al cielo y me digo a mi mismo “todo va a estar bien” mientras me tomo ambas pastillas.
Aun no lo puedo creer, han pasado 3 horas desde que se me acabo la gasolina y las raciones de pastillas, y no ha pasado ni un mendigo camión o automóvil. Tengo mucho calor aunque no ha dejado de llover, ya me he quitado la chamarra y la deje reposar en la roca, parece una pequeña tormenta, de vez en cuando caen relámpagos que me estremecen la columna vertebral y me hace voltear por el impacto, pero esta vez cuando voltee, lo vi, maldita sombra asechadora caminando lentamente hacia mí, siento como se quiere salir mi corazón, como es que mis piernas pierden fuerza y la entre pierna se calienta de una “lluvia cálida”, las manos me tiemblan y pienso que ha llegado mi fin y cuando la sombra llega tan cerca como para dejar de ser una sombra un relámpago ilumina su rostro y ahora, cuando antes creí que no podía estar más asustado mi cuerpo se estremece en cada célula y se paraliza mi cuerpo, emblanquezco en cuestión de milésimas de segundo y no lo puedo evitar grito blasfemas en un aire sordo que no viaja mas allá de mis oídos.
Corro por el bosque desesperado de que no me alcance, el maldito era un reflejo de mi rostro, ERA YO, estoy cansado, necesito de mis pastillas, siento como el cuerpo me quema de calor que no puedo explicar, sigo corriendo torpemente chocando con cada árbol y arbusto que se me atraviesa, volteando de vez en cuando si sigue ahí. Tropiezo con lo que llamaría una rama salida y caigo en un pequeño acantilado, ahora si es serio me fracture una pierna y me es difícil mover, caigo vencido por el dolor y lo veo de nuevo, no lo puedo soportar, si me puede seguir tan rápido ¿por qué no me mata de una vez?, ¿por qué no termina con este juego?, ¿por qué me deja con esperanzas de correr y huir? ,-¡MATAME, POR EL AMOR DE DIOS YA MATAME!

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